Innumerables eruditos hablaban en 2012 de la posibilidad del fin del mundo el 21 de diciembre de aquel año, y publicaban en los diversos medios cálculos y cuentas basadas en los cómputos mayas, que, en realidad, eran sistemas de medida del tiempo que utilizaban todas los culturas de mesoamérica.
Hablaban de kines, uinales, tunes, katunes, y baktunes, ciclos de 144.000 días y algunas fechas relacionadas, como que el periodo intermedio del 5º baktun corresponde al año 550 antes de Cristo y otros elementos «aclarativos». Dejo al lector la tarea de interpretar dichas cifras, y acudo a la memoria.
En la facultad, esa gran persona y gran profesor que fue D. José Cepeda Adán, ya nos contaba en los años sesenta que los mesoamericanos se regían por ciclos de 52 años occidentales. Y cada 52 años podía acabarse el mundo… o cambiar radicalmente.
Los «expertos», al parecer, lo sabían también, y sumaban a 1492 diez ciclos de 52 años, lo que les daba que 2012 sería el año final de otro de estos ciclos, lógicamente en el último mes, diciembre. También afirmaban que sería el día 25, pero eso no he conseguido saber cómo lo precisaban
En fin, a lo que vamos. Cada 52 años, las gentes tomaban lo indispensable, y abandonaban casa y poblaciones, retirándose al campo a la espera de lo que podría ocurrir al día siguiente. En esa noche, lo dioses podían decidir que se acabara el mundo, o que continuara un nuevo ciclo, lo que significaba renovación y nueva vida. En ese periodo podían darse acontecimientos extraordinarios que orientaran la nueva etapa o que aparecieran mensajes claros de los dioses.
Y la llegada de los españoles coincidió con el final de uno de esos ciclos. Aunque no fue simultánea a todos los territorios, la noticia corrió como la pólvora.
Para todos, y en este caso también para los mesoamericanos, el sol sale por el este y se pone por el oeste. Lo cual significaba para estas culturas, que el lugar donde cada día nacía la vida -la morada de los dioses- debía de estar al este. Y los dioses, por serlo, debían ser seres especiales.
Del este llegaron casas que flotaban, que llevaban en su interior seres con pelo en la cara, radicalmente distintos a los que ellos conocían. Pero, además, tenían parte del cuerpo de metal, podían producir el trueno cuando querían, y podían matar a distancia. Para mayor abundancia, entre ellos había monstruos de dos cabezas y cuatro patas que podían partir su cuerpo cuando lo consideraban oportuno. ¿cabía alguna duda de que eran dioses?
Los de primera línea pronto comprobaron que eran hombres -raros, eso sí- que podían ser heridos y morir, que necesitaban comer… y otras cosas. Pero los que sólo oían la noticia pensaban que el final del ciclo les había traído, efectivamente, algo extraordinario.
Moctezuma, hasta que participó efectivamente en esa primera línea, no estuvo seguro de si eran dioses («teules») u hombres, y como su voluntad era la única ley, su parálisis afectó a todo su imperio. Así, en todos los lugares.
No obstante, los cercanos, como digo, una vez aceptada la humanidad de los visitantes, calibraron pronto las ventajas o desventajas de unirse a ellos, y esto fue definitivo para las luchas internas que, como en el caso de los mayas, dividían a la población, venciendo, lógicamente, los que se aliaron con los recién llegados. Esa valoración de la nueva situación tuvo aún mayor importancia en el caso de los grandes imperios, porque los aztecas (o mexicas) tenían dominados cruelmente a multitud de pueblos de la zona, y estos se aliaron con Cortés, sobresaliendo los Totonecas, Cempoaltecas y Tlaxcaltecas. Como decía el profesor Cepeda, se da así la paradoja de que, en realidad, América la conquistaron los indios y la independizaron los españoles. Indios fueron la mayoría de los asaltantes de Tenochtitlan (alrededor de 200.000, junto a 400 españoles, aunque luego ese número se incrementaría al unirse a Cortes los miembros de la expedición de Narvaez, enviados originariamente contra Cortés), y españoles -criollos- fueron los promotores de la independencia, combatiendo en la mayoría de los casos contra los propios indígenas, que se lucharon en el bando español. Pero eso es otro tema que ya trataremos, porque, como se vio, no se acabó el mundo en 2012 y tenemos tiempo.
Alfredo Vílchez
Bibliografía:
Historia de España, dirigida por Menénzez Pidal. VV.AA. – Espasa Calpe
Historia de Iberoamérica. Tomo I: Prehistoria e historia antigua. VV.AA. – Ediciones Cátedra
Las culturas precolombinas de América. José Alcina Franch – Alianza Editorial
Muchas gracias por el artículo, muy interesante. Al menos puedo decir que me ha dado tiempo a leerlo ;). Un fuerte saludo. Jaime.
Interesante artículo con muy curiosas reflexiones, sin duda muy certeras.
Espero con ganas tu próxima entrada 🙂
Paco