Iberia o España. Dos nombres para un territorio, el primero de origen griego, el segundo de origen fenicio-cartaginés.
Iberia o España. Dos nombres para múltiples teorías sobre sus respectivos orígenes.
Comencemos por el primero.
Cuando los griegos se acercan a la península, su primer contacto es con la zona que mayor nivel de civilización tenía en la época y, por tanto, la que presentaba mayores expectativas comerciales: Tartesos.
A los territorios que rodeaban el ámbito tarteso les llaman Iberia, o tierra del río Iber. Y aquí es surge ya la polémica, pues unos estudiosos piensan que se refiere al río Iberus, o Ebro, y sería aplicable por las colonias griegas de Rosas y Ampurias, cercanas a la desembocadura de ese río, mientras que, recientemente, se piensa que se refiere a otro río Iber, identificado con el Tinto o el Odiel, lo que es más lógico por su proximidad al lugar donde se desarrollan los primeros contactos, antes de establecer las colonias: la Gadir tartesa,.
Afinando aún más, algunos autores piensan que la denominación del río y de la zona son, en realidad, la asignación a un territorio del nombre de otro territorio ya conocido, pues existió otra Iberia en el Ponto. Y todo ello posiblemente por similitud de paisajes, de explotaciones mineras o incluso de mitos comunes como el de Hércules o como el de Jasón y el vellocino de oro.
Luego, la denominación de Iberia será aplicada a un territorio más amplio (hasta el sur del Ródano) y a los pueblos que lo habitaban. En este caso, la unidad de nombre corresponde también a una unidad étnica arcaica de la edad del bronce que se extiende por toda la península, que es distinta a la del resto de Europa por la barrera que suponen los Pirineos, y que estaría bajo la nueva cultura celta que se superpone, y que ya es de la edad del hierro.
Para los griegos, los íberes serían los habitantes de levante y sur (las únicas zonas visitadas por ellos), y los keltoi -o celtas- serían los habitantes del norte y noroeste. Los habitantes de la zona central quedan en una indefinición brumosa que a veces se soluciona con el nombre de keltíberes, y que se refiere a las actuales provincias de Cuenca, Teruel y Soria.
Pero dejemos a los griegos y unámonos a los nuevos comerciantes, los fenicios, a los que importa un rábano la denominación griega, y llaman a la tierra peninsular como les da la gana: i-spn-ya.
La mayoría de los autores, siguiendo la interpretación romana, hacen derivar la palabra de shaphan, que significa conejo (no exactamente conejo, pues se referían a los damanes, parecidos a ellos y que no existían en la península pero sí en Fenicia y el Creciente Fértil). A esa raíz se une la i que significa isla o costa, y la terminación ía, (o ya) que significa región, con lo que la traducción sería «la costa – o tierra- de la región de los conejos». Más o menos. Los romanos, como digo, así lo toman (incluso hay representaciones de Hispania como una dama sedente, con conejos a sus pies)
Sin embargo, las últimas investigaciones de Jesús Luis Cunchillos (fallecido en 2006) van por otro camino, ya que opina que la raíz no era shaphan, sino spy, que significa forjar metales, a la que se añadiría la terminación ya como nombre de oficio, con lo que quedaría como i-spin-ya «la costa de los forjadores de metal». Esta es la opinión más aceptada actualmente.
Los fenicios prestan las denominaciones a sus primos los cartagineses, y en la segunda guerra púnica Roma descubre la península y decide llamarla con la versión romana del nombre fenicio: Hispania, como he dicho arriba.
De todas formas, la amplitud del término Hispania no es concreta en los primeros tiempos, pero luego se identifica como una unidad territorial desde los Pirineos para abajo. Así lo recoge ya Estrabón, (que, aunque era griego, se mueve por el mundo romano) en su «Geográfica», fechada en el año 29 a.C. Esa unidad se mantendrá en adelante, aunque las divisiones administrativas varíen tres veces durante la época romana. Pero eso ya se sale de lo que toca hoy.
De los romanos, el término pasaría a los visigodos, ya no sólo como unidad territorial sino también política (no olvidemos que Suintila es el primer rey de toda España) y quedará reflejada como Spania en la gran obra es son las «Etimologías» de San Isidoro de Sevilla.
Luego, lo árabes los pronunciaran a su manera; Isbaniya, y los cristianos… bueno, de esto hablaremos otro día.
Para terminar, reflejemos algunas otras hipótesis, que incumben sólo al nombre Hispania, no a Iberia:
La legendaria, que hace derivar el nombre del compañero de Hércules el héroe Hispalo, y de su hijo Hispan, al que considera el primer rey de Tartesos.
La ibera, que lo hace derivar de Hispalis, término ibérico que significa «ciudad de occidente» (en referencia a Tartesos, naturalmente) y, por extensión, a todo el territorio.
Las vascas, una de las cuales lo hace derivar del término ezpaña, que significa tanto labio como borde o límite, en referencia a nuestra situación respecto a Europa; la otra, que lo hace derivar de izpania, que significaría «la tierra que divide el mar»
Tengo que agradecerte el incremento de mi acerbo cultural. Un abrazo.
Estupendo. Gracias. Pero no te olvides de las cosas que dejas para otros días … 😉
Jaime.
Igualmente acertado y bien desarrollado.,como el artículo que aparece en el epígrafe dedicado a la Historia Medieval.
Fenomenal. Muy interesante y nueva luz sobre el origen de las palabras España e Iberia.